Espinelves en Navidad 2025: Disfruta de su feria del abeto

Si hay un lugar donde el invierno parece tener guion propio, es Espinelves en Navidad. Apenas entras en el pueblo y ya huele a leña, a madera húmeda y a vino caliente servido en vasos que casi queman las manos. Las luces se enredan entre las fachadas de piedra, las chimeneas fuman sin prisa y el eco de los villancicos rebota en las montañas del Montseny.

A finales de noviembre el aire empieza a enfriarse, y cuando llega diciembre, Espinelves se transforma en un decorado que parece preparado por un director de cine con gusto por los detalles antiguos: niebla, faroles encendidos y ese silencio amable de los pueblos pequeños donde todavía se saludan todos.

Ambiente navideño y clima

En diciembre las temperaturas rozan los 0 °C y el aliento se convierte en humo con cada palabra. Así que lo mejor es venir con botas, bufanda y ganas de moverse despacio. El ritmo aquí es otro. Las casas se adornan con ramas de abeto —no cualquier abeto, sino los que crecen en sus propias laderas— y en las calles suenan gaitas y castañuelas.

Espinelves en Navidad no busca sorprender, sino reconfortar. Hay algo casi terapéutico en caminar por su plaza principal mientras la nieve cae fina sobre los puestos de madera. El rumor de la riera al fondo acompaña como una melodía discreta.

Mercados de Navidad: Feria del abeto en Espinelves 2025

El corazón de las fiestas late en su Feria del Abeto, que se celebra del 6 al 14 de diciembre. No es un mercado cualquiera: es la cita más esperada del año. Desde 1981, los productores locales exhiben sus abetos Joanis y Pica Excelsa, los más codiciados de Cataluña. Pero además de árboles, hay miel artesanal, quesos, cerámica, bonsáis, tapices y esculturas en miniatura que parecen hechas por elfos con gafas de aumento.

Las calles huelen a pan, castañas y vino especiado, y la gente conversa sin prisa, como si el tiempo se detuviera entre un sorbo y otro. Aquí comprar un abeto no es una transacción: es un ritual que se repite generación tras generación. En pocas palabras, la Feria del Abeto es el alma de los mercados de Espinelves en Navidad.

Qué comer y beber en Espinelves

El frío se combate desde dentro. En los bares sirven escudella bien humeante, embutidos de Osona y pan tostado con butifarra. En los puestos, los favoritos son los torrons artesanos, las neulas crujientes y los vasos de vino caliente con canela y piel de naranja.

Si ves a alguien con las mejillas rojas y una sonrisa tonta, seguro que acaba de probar el ratafía local, ese licor de hierbas dulzón que te hace olvidar que aún queda cuesta arriba para volver al coche.

Qué ver en Espinelves en Navidad

Más allá de la feria, el pueblo tiene su propio encanto de postal: la iglesia románica de Sant Vicenç, del siglo XI, luce iluminada por guirnaldas que realzan su piedra antigua. Pasear por la riera de Espinelves, entre humo de chimeneas y el sonido de pasos sobre la grava húmeda, es casi meditativo. Si subes hacia los caminos del Montseny-Guilleries, verás el pueblo brillar desde arriba, envuelto en un manto de luces que se mezclan con la niebla. Hay quien dice que Espinelves parece un pesebre en tamaño real, y no les falta razón.

Consejos rápidos para disfrutar la Feria del Abeto y la Navidad

  • Llega temprano, antes de las 10 h, si quieres evitar multitudes.
  • Lleva calzado impermeable y capas ligeras, el clima cambia rápido.
  • Los puestos suelen cerrar sobre las 20 h, pero los bares aguantan más.
  • Si nieva, el acceso por el Coll de Revell se vuelve mágico, aunque algo lento.
  • No te vayas sin probar la ratafía y hacerte con un adorno artesanal: pesa poco y huele a bosque.

Nuestra reflexión sobre Espinelves y su feria del abeto

Hay lugares que celebran la Navidad y otros que la encarnan. Espinelves pertenece al segundo grupo. Aquí no hay luces sincronizadas ni espectáculos ruidosos: hay fuego en las chimeneas, risas que salen de las cocinas y niños con las manos llenas de turrón. Cuando cae la noche y las últimas notas del coro se pierden entre los abetos, entiendes por qué la gente vuelve cada año.

Espinelves en Navidad no se visita: se vive, se respira y, si no tienes cuidado, se te queda dentro para siempre.