Pueblos bonitos cerca de Malgrat de Mar

Barcelona es una provincia que vive pegada al Mediterráneo, pero en su extremo norte, justo donde el Maresme le da la mano a la Selva, el paisaje adquiere una energía distinta. Malgrat de Mar es ese punto de inflexión donde la arena se vuelve más gruesa y el horizonte parece abrirse hacia los acantilados de la Costa Brava.

Te aseguro que salir de la zona de hoteles y dejar atrás el bullicio de las hamacas es descubrir una Cataluña de contrastes salvajes, donde el olor a salitre se mezcla con el aroma de los pinos piñoneros. Aquí el tiempo se mide en la intensidad de los azules y en el crujir de la grava bajo tus pies mientras buscas una cala que todavía no haya sido colonizada por las sombrillas. Explorar los pueblos bonitos cerca de Malgrat de Mar es, en realidad, un ejercicio de curiosidad; basta con conducir diez minutos para pasar de una fortaleza medieval a un jardín renacentista asomado al abismo.

Si ya has quemado el paseo marítimo, arranca el coche porque a la vuelta de la esquina te esperan rocas que cuentan historias y rincones donde el sol se pone con una elegancia de otro siglo.

Pueblos bonitos cerca de Malgrat de Mar imprescindibles

Palafolls

Palafolls es ese vecino que siempre tiene algo que ofrecer, ya sea para los que buscan adrenalina o para los que simplemente quieren ver la vida pasar desde una terraza. Si vas con energía, el Karting Blanes te garantiza un chute de velocidad, mientras que en verano, las risas están aseguradas en Marineland Cataluña, con sus toboganes que parecen serpentinas gigantes.

Incluso si viajas con tu perro, el Palafolls Dog Park es el paraíso de las cuatro patas, un espacio pensado para que ellos también se sientan de vacaciones. Es uno de esos pueblos bonitos cerca de Malgrat de Mar donde la arquitectura racionalista de su biblioteca convive con un entorno agrícola que aún huele a tierra húmeda y hortaliza recién cogida. Te confieso que ver el castillo en lo alto mientras la luz de la tarde cae sobre los campos tiene un punto de paz muy necesario.

Tordera

Tordera tiene ese aire de interior que te hace olvidar por un momento que el mar está a un tiro de piedra, con sus calles que huelen a mercado de domingo y a pan de verdad. Lo que no puedes pasar por alto es el Castillo Valtordera, un lugar que parece sacado de una película de época y donde se celebran torneos medievales que te hacen vibrar con el chocar de las lanzas.

Es un espectáculo que, aunque parezca orientado al visitante, mantiene una fuerza visual brutal gracias a la destreza de los jinetes y el eco de los aplausos en el recinto. En este cuaderno de bitácora sobre pueblos bonitos cerca de Malgrat de Mar, Tordera representa la Cataluña del valle, más sosegada y boscosa. Me sorprendió la calidez de sus plazas, donde los abuelos comentan la jornada bajo la sombra de plátanos centenarios.

Blanes

Blanes es la puerta de entrada oficial a la Costa Brava y eso se nota en el perfil de su costa, mucho más dramático y recortado. Tienes que subir al Castillo de San Juan, un mirador absoluto desde donde el Mediterráneo se despliega ante tus ojos como un manto de terciopelo azul profundo.

Abajo te espera la Punta Santa Anna, una cala de rocas donde el agua tiene un brillo turquesa que te obliga a parpadear dos veces. Sus playas son el escenario perfecto para ver atardeceres que parecen pintados con acuarela, especialmente cuando el sol se esconde tras la silueta de Sa Palomera, la roca que marca el inicio de la Costa Brava. Es un lugar con solera, que huele a pescado fresco en la lonja y a la resina de los jardines botánicos que cuelgan sobre el mar.

Lloret de Mar

Olvida los clichés de la fiesta nocturna; el Lloret que importa es el que te regala la paz absoluta de los Jardines de Santa Clotilde, asomados a un acantilado de vértigo. Caminar entre sus esculturas y setos perfectamente recortados, con el azul del mar de fondo, es una experiencia que te reconcilia con el mundo.

No dejes de visitar su propio Castell de Sant Joan, una torre de vigía que ha aguantado asaltos piratas y tempestades, y que sigue dominando el horizonte con una dignidad de hierro. Sus calas, escondidas entre pinos, son pequeños refugios de aguas cristalinas donde el tiempo parece detenerse por completo. Es el último de los pueblos bonitos cerca de Malgrat de Mar que te enseña que la belleza aquí se encuentra buscando el camino de ronda y perdiendo la mirada en las olas.

La Montgoda

Llegar a La Montgoda desde Lloret de Mar es entrar en una atmósfera de exclusividad y calma, donde el sonido predominante es el de las cigarras y el romper suave del agua. Sus calas son verdaderos tesoros de piedra y transparencia, encajonadas entre paredes de roca donde los pinos parecen hacer equilibrios imposibles para no caerse al mar.

Me encantó bajar por sus senderos, notando cómo el aire se vuelve más fresco a medida que te acercas a la orilla del agua. No hay grandes servicios ni chiringuitos ruidosos, solo la naturaleza en su estado más puro y ese color verde esmeralda que invita al baño largo y pausado. Es el rincón ideal para esconderte una mañana entera con un libro y sentir que has descubierto el secreto mejor guardado de la zona.

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