Si me preguntas cuáles son los pueblos más bonitos cerca de Aínsa, la respuesta no es sencilla, pero te la voy a dar. En mi lista de favoritos que me hicieron alargar la estancia en Huesca están Boltaña, Fiscal, el auténtico Bielsa, el siempre verde Broto, la gran Jaca con su imponente castillo, y la coqueta Biescas. Te aseguro que te vas a enamorar de cada rincón de estos valles. Esto no es postureo de Instagram; es carácter local puro, de ese que te hace pensar en un cambio de vida radical.
Aínsa es el corazón del Sobrarbe, una comarca mágica en la provincia de Huesca, donde la piedra y el Pirineo se funden en un abrazo majestuoso. Te lo digo sin rodeos: si vienes aquí solo por el castillo de Aínsa, te estás perdiendo la mitad de la película. Hay un puñado de joyas escondidas a tiro de piedra que hacen de esta zona una de las mejores escapadas desde Aínsa que puedes imaginar.
Los pueblos bonitos cerca de Aínsa
A la hora de buscar pueblos bonitos cerca de Aínsa, la lista es larga, pero he seleccionado los que tienen ese punto de magia inesperada. Cada uno es un pequeño universo, un portal a un pasado donde el tiempo corre al ritmo del río Cinca o el Ara.
Boltaña
Boltaña es el pueblo que te engaña; lo ves desde la carretera y parece uno más, pero en cuanto cruzas el puente te atrapa. Las calles huelen a humedad de río y a leña recién cortada, un aroma que me transportó directamente a la casa de mi abuela. Su Plaza Mayor es un festival de arcos y balcones de madera, perfectos para sentarse a tomar un vino y ver pasar la vida sin prisas.

¿Qué ver en Boltaña aparte de su plaza? Tienes que subir al Castillo de Boltaña, o mejor dicho, a lo que queda de su antigua fortaleza. La subida es corta pero intensa, y desde allí las vistas del valle del Ara son una locura, un tapiz verde y marrón que quita el aliento. Te juro que ese atardecer compensó con creces el resoplido de la subida. Es una de esas excursiones desde Aínsa que te recuerdan lo pequeña que es una.
Fiscal
Fiscal es, en esencia, la puerta de entrada a Ordesa y un pueblo que renace de sus cenizas. Este lugar sufrió lo suyo con la construcción del embalse, y se palpa en el ambiente la resiliencia de su gente y de sus piedras. Es menos monumental que otros, pero tiene una energía vibrante y auténtica que me conquistó. Lo que ves hoy es el espíritu de un pueblo que se negó a morir.

Si te acercas, busca la Iglesia de la Asunción, aunque su verdadero encanto está en sus casas de arquitectura tradicional. Aquí la prisa está prohibida por decreto. Fiscal es el sitio ideal para abastecerte antes de una ruta de trekking, o simplemente para detenerte a escuchar el silencio del Pirineo. De todos los pueblos bonitos cerca de Aínsa, Fiscal es el más sincero y menos adornado.
Bielsa
Bielsa es mi debilidad, no te lo voy a negar, es el pueblo alpino por excelencia en esta zona. A los pies del Parque Nacional de Monte Perdido, es la base perfecta para ir al Cañón de Añisclo o al Valle de Pineta. Confieso que no esperaba mucho más que un lugar de paso… y acabé mirando los carteles de las inmobiliarias. Es un pueblo que te abraza con el verde de sus montañas.

¿Hay algo más en Bielsa que las rutas de montaña? Por supuesto. Tienes que visitar su Plaza Mayor, donde la arquitectura tradicional de montaña te hace sentir diminuto. Fíjate bien en el Ayuntamiento, un edificio que parece haber sido sacado de un cuento suizo. Además, el río Cinca pasa justo al lado, y el sonido del agua es la banda sonora perfecta para una siesta.
Broto
Si imaginas un pueblo pirenaico con una cascada que cae casi dentro del casco urbano, ese es Broto. El Salto del Sorrosal es una maravilla de la naturaleza que te recibe como un telón de fondo escénico. No es una postal, es una realidad húmeda y ruidosa que te hace sentir minúsculo. Es, para muchos, uno de los pueblos bonitos cerca de Aínsa que nadie se puede perder.

Su Puente Medieval sobre el río Ara es el otro gran protagonista, un lugar perfecto para hacer esa foto que te va a llenar de likes. Lo que más me gustó fue la Torre de la Cárcel, una torre defensiva que se utilizó como prisión. El interior está cargado de historia y tiene ese olor a piedra vieja y encierro que te da un escalofrío. Es una visita breve, pero de esas que se te quedan grabadas.
Jaca
Jaca es la capital, la señora de la montaña, y tiene ese aire de ciudad que es demasiado coqueta para ser una urbe. Aquí la vida social es vibrante, las tiendas están llenas de vida y las tapas son una obligación. No puedes irte sin dar un paseo por la Calle Mayor y hacer el tapeo de rigor; la combinación de jamón y vino de Somontano es épica. Su catedral, austera y antigua, es la primera joya románica de Aragón.

¿Es solo el castillo lo más interesante de Jaca? ¡Ni mucho menos! Pero es imperdonable no hablar de la Ciudadela de Jaca, su impresionante castillo con forma de estrella de cinco puntas. Parece sacada de un mapa de estrategia militar. La visita guiada es muy divertida y tienen ciervos en libertad pastando en el foso, lo que le da un toque irónico y surrealista a la fortaleza. Es la parada cultural obligatoria en el camino.
Biescas
Biescas es uno de esos pueblos que siempre está a tope, con un ambiente de montaña animado y familiar. Está estratégicamente situado entre el valle del Tena y Ordesa, lo que la convierte en una base de operaciones perfecta. Sus casas de piedra y sus tejados de pizarra negra tienen ese aire elegante que te hace querer parar para tomar un café caliente. Es un pueblo con mucha vida y mucho tráfico de botas de montaña.

¿Qué hacer en Biescas cuando no estás de ruta? Tienes que pasear por el Barrio Alto, la parte más antigua y con más encanto, y buscar la iglesia de San Salvador. Aunque su atractivo principal es la naturaleza que lo rodea, el pueblo en sí mismo es un buen ejemplo de la arquitectura tradicional pirenaica bien conservada. Es un sitio ideal para comprar productos locales, como quesos y miel, antes de volver a Aínsa.