Los pueblos bonitos cerca de Cudillero según mis botas

Lo bueno de Asturias es que no hay que hacer mucho para sentirte dentro de una postal. Basta con asomarte por la ventanilla del coche, o mejor aún, bajar y dejar que el aire te despeine. Cudillero es ese primer mordisco de empanada que te deja con hambre de más. Y lo mejor: no está solo. En un radio razonable, con curvas y sidrerías de por medio, se esconden algunos de los pueblos más bonitos cerca de Cudillero.

Imagínate esto: carreteras estrechas que serpentean entre montes verdes como el perejil, vacas impasibles, mar a la izquierda, montaña a la derecha. El ritmo es otro. Aquí el tiempo no se detiene, pero se sienta a tomar un culín. No vienes a hacer nada y acabas haciendo mucho: caminar sin rumbo, comer como si no hubiera colesterol, hablar con desconocidos como si fueran de tu familia.

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Luanco

Llegué a Luanco con el plan de estar un rato y acabé tomando vermú con unos jubilados que me explicaban por qué su playa es mejor que la de Salinas. Spoiler: tenían razón. La playa de La Ribera, cuando baja la marea, parece una plaza de pueblo con niños en bañador y padres tomando el sol en bancos de piedra.

El centro está limpio, cuidado y lleno de vida sin postureo. Las casas de indianos, con sus balcones floridos, se mezclan con sidrerías donde el camarero escancia sin mirar y sin derramar. Si te acercas al Museo Marítimo, entenderás por qué aquí el mar no es solo paisaje: es oficio, es historia, es respeto. Luanco no es el típico sitio “de paso”; es para quedarse, aunque solo sea una noche.

Salas

Salas es como abrir un libro medieval y meterte dentro. El primer día que fui me cayó un chaparrón, y aún así, me pareció de lo más acogedor. Lo primero que impresiona es el Castillo de Valdés-Salas, reconvertido en museo y biblioteca. Tiene ese aire de piedra que no se cae, aunque le grites.

El pueblo es pequeño, con cuestas que huelen a leña y pan recién hecho. La colegiata y la plaza mayor tienen ese encanto sobrio que no necesita maquillaje. Me senté a comer fabada en un restaurante sin nombre claro —parecía más el salón de la casa de alguien— y salí rodando, feliz. Si buscas pueblos bonitos cerca de Cudillero con más historia que tiendas de souvenirs, Salas te espera con los brazos cruzados y una sonrisa escondida.

Candás

Candás huele a mar incluso cuando estás lejos del puerto. Será por el viento o por las sardinas a la plancha que preparan en cualquier bar con dos mesas. Aquí hay algo que no supe explicar del todo hasta que me senté en el mirador de San Antonio y vi el atardecer teñir de naranja los barcos.

El casco viejo tiene ese aire de barrio donde todo el mundo se conoce y los niños todavía juegan en la calle. Me crucé con un desfile improvisado de gaiteros (un martes cualquiera) y acabé siguiendo el ritmo hasta acabar en una tasca. Candás no presume, pero debería. Y si eres de los que necesitan “ver cosas”, ahí está la Iglesia de San Félix o el Museo Antón. Pero lo mejor, créeme, es el ambiente. Es un pueblo para oler, oír y repetir.

Avilés

Te aviso: Avilés es la rara de la familia. Y eso es exactamente lo que me enganchó. Entre tanta aldea cuqui y paisaje de postal, Avilés te lanza una mezcla de casco histórico perfecto y arquitectura futurista sin pedir permiso. Caminas por soportales medievales y de pronto se alza el Centro Niemeyer como un OVNI blanco.

La primera vez que la visité, me sentí como en dos ciudades distintas. Me tomé un café en la plaza del Ayuntamiento (una de esas con suelo de piedra resbaladizo y faroles que parecen de gas) y luego crucé el puente hacia el Niemeyer, todo blanco y curvo, como sacado de otro planeta. Si buscas pueblos bonitos cerca de Cudillero que no parezcan clones unos de otros, Avilés rompe el molde sin romper el alma.

Santullano

Santullano es de esos sitios que aparecen en los mapas si haces zoom… y merecen ese esfuerzo. Me lo recomendaron unos locales en una terraza de Luarca, y fui más por educación que por convicción. Al llegar, me encontré con un remanso de calma.

Aquí no hay castillos ni monumentos en mayúsculas, pero sí prados salpicados de hórreos, vacas bien alimentadas y silencios que suenan a verdad. Me senté en un banco y no pasó nada en media hora… y eso fue lo mejor del día. El ritmo es rural, sin filtros. A veces, uno necesita menos piedras históricas y más tierra bajo las botas.

Tineo

Tineo huele a humo de chimenea y sabe a chosco. Llegar hasta aquí desde la costa no es inmediato, pero vale cada curva. En serio: el paisaje empieza a cambiar y de pronto estás en otra Asturias, más profunda, más de interior.

El pueblo tiene alma de capital comarcal pero sin pretensiones. Hay bares donde aún te sirven tapa sin pedirla, y panaderías donde el pan es pan, no esponja. Pasear por el centro, con sus casas de piedra y tejados inclinados, te da la sensación de estar en un sitio vivido, no decorado para el turista. Si buscas pueblos bonitos cerca de Cudillero que también te muestren el corazón verde de Asturias, Tineo es tu desvío.

Las Caldas

A Las Caldas llegué por el balneario… y me quedé por todo lo demás. Sí, el Balneario Real es espectacular, una mezcla de historia, vapor y bata blanca. Pero el entorno me sorprendió más. Caminé por la senda del oso (tramo suave, no te asustes) y no había ruido, solo el agua del río y los pájaros organizando su propia orquesta.

El pueblo es pequeño, elegante y muy cuidado. Tiene ese punto de “aquí viene gente con buen gusto pero sin ganas de presumir”. Si necesitas un descanso de tanto coche y curva, este es el sitio para parar, remojarte y volver al mundo oliendo a eucalipto. Entre los pueblos bonitos cerca de Cudillero, Las Caldas ofrece un paréntesis con clase.

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