Pueblos bonitos cerca de Brihuega

Si crees que Guadalajara es solo ese tramo de autovía que cruzas rápido para llegar a otra parte, prepárate para que te rompa los esquemas. Todo el mundo llega a Brihuega buscando el postureo lila de la lavanda (que es preciosa, no te digo que no), pero lo que de verdad te vuela la cabeza es lo que sucede cuando apagas el GPS y te dejas llevar por las carreteras secundarias de esta provincia.

Aquí el aire huele a jara, a leña encendida en invierno y a ese silencio denso que solo existe en los lugares que no tienen prisa por salir en Instagram. Explorar los pueblos bonitos cerca de Brihuega es, en realidad, un ejercicio de nostalgia voluntaria: es encontrarse con castillos que parecen brotar de la roca y plazas donde el tiempo se detuvo a echar la siesta hace tres décadas.

Aquí tienes mi selección personal de esas paradas obligatorias donde el asfalto se vuelve historia y el paisaje, pura poesía visual.

Los 5 pueblos bonitos cerca de Brihuega que no debes perderte

Torija

Lo de Torija es un flechazo inmediato. Nada más desviarte, te topas con su castillo, que es exactamente como el que dibujarías si fueras un niño: robusto, cuadrado y con unas torres que parecen vigilar hasta el último rastro de polen en el aire. Confieso que subir a sus almenas me hizo sentir un poco señor feudal, aunque fuera con zapatillas de deporte.

Dentro alberga el Museo del Viaje a la Alcarria, un homenaje a Camilo José Cela que te recuerda que este camino ya lo hicieron otros antes, pero con menos filtros de edición. Es uno de esos pueblos bonitos cerca de Brihuega donde la piedra caliza brilla con una luz dorada al atardecer que te obliga a parar el coche sí o sí.

Cifuentes

Llegar a Cifuentes es escuchar el agua antes de verla. Se llama así por sus «cien fuentes«, y no es una exageración publicitaria; el río nace allí mismo, bajo tus pies, con un murmullo constante que te relaja el pulso. Su castillo de Don Juan Manuel preside lo alto con una altivez un poco decadente que, sinceramente, le da un toque de lo más romántico.

Caminar por su plaza mayor triangular es como entrar en un escenario de cine clásico, con sus soportales listos para protegerte de un chaparrón o del sol de justicia. Es, sin duda, una joya imprescindible en esta ruta de pueblos bonitos cerca de Brihuega para quienes buscan autenticidad sin aditivos.

Trillo

Trillo es la sorpresa líquida de la comarca. Aquí el Tajo no es ese río cansado que atraviesa ciudades, sino un torrente con una fuerza que asusta y maravilla a partes iguales. La Cascada del Cifuentes, justo en el centro del pueblo, sucursa un estruendo blanco que te limpia los pensamientos de golpe.

Es el lugar perfecto para sentarse a ver cómo el agua se pelea con las rocas mientras te tomas algo fresco. No tiene el aire seco de otros pueblos alcarreños; aquí todo es verde, húmedo y vibrante. Si buscas un refugio donde el sonido ambiente no sea el tráfico, este es tu sitio entre los pueblos bonitos cerca de Brihuega.

Hita

Hita no es un pueblo, es un viaje en el tiempo con el Arcipreste como guía invisible. Al cruzar la Puerta de Santa María sientes que deberías llevar capa o, al menos, un léxico más medieval. Su castillo, o lo que queda de su antigua fortaleza en el cerro, ofrece unas vistas que te hacen entender por qué se mataban por este palmo de tierra: tienes toda la Alcarria a tus pies.

Lo mejor es perderse por sus calles empinadas y tratar de imaginar el bullicio de su famoso festival medieval. Hay algo en la textura de sus muros que te hace querer apagar el móvil y quedarte a escribir versos (o a comer un buen asado, que también alimenta el alma).

Jadraque

Cierro la ruta con Jadraque porque su silueta es, probablemente, la más espectacular de la zona. El Castillo del Cid, encaramado en el cerro más perfecto que hayas visto jamás, parece un barco de piedra navegando sobre un mar de cultivos. La subida merece la pena aunque solo sea por la foto, pero la recompensa real está abajo, en sus hornos de asar. El olor a cordero impregnando las calles es una tortura maravillosa si vas con hambre.

Es un pueblo con carácter, de esos que no intentan gustarte pero acaban conquistándote por el estómago y por esa estampa imponente que se queda grabada en la retina mucho después de haber vuelto a casa.