Pueblos bonitos cerca de Almagro

Ciudad Real tiene ese horizonte infinito que parece no acabarse nunca, donde la tierra es roja y el sol aprieta con una contundencia que te obliga a buscar el refugio de los soportales. Almagro, con su Corral de Comedias y sus encajes de bolillos, es el imán evidente de la provincia, pero te aseguro que la comarca del Campo de Calatrava guarda secretos que no caben en una sola tarde de teatro.

Es un paisaje de volcanes dormidos y llanuras que huelen a jara y a aceite de oliva del bueno, del que pica un poco en la garganta. Si te dejas perder por las carreteras secundarias, verás que la silueta de los castillos de las órdenes militares siempre está presente, recortándose contra un cielo que aquí parece más grande que en cualquier otro sitio. Explorar los pueblos bonitos cerca de Almagro es, en esencia, aceptar una invitación para viajar a un tiempo donde la piedra mandaba y la vida se medía por el ritmo de la cosecha.

Más allá de la famosa Plaza Mayor almagreña, hay un puñado de localidades que mantienen vivo el espíritu de los caballeros calatravos y el sabor de la Mancha auténtica.

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Bolaños de Calatrava

Apenas unos minutos de coche separan el bullicio teatral de la calma rotunda de Bolaños. Lo que te deja sin palabras es el Castillo de Doña Berenguela, una fortaleza de origen árabe que se levanta en medio del pueblo como si fuera un centinela que se ha negado a jubilarse.

Sus muros de piedra oscura y sus almenas bien conservadas te cuentan historias de reinas y batallas mientras el sol de la tarde proyecta sombras alargadas sobre el patio de armas. Es uno de los pueblos bonitos cerca de Almagro donde el pasado no es algo que se visite en un museo, sino que forma parte del paisaje cotidiano de los vecinos. Te recomiendo caminar por sus alrededores al atardecer, cuando la piedra parece absorber el calor del día y el aire se llena del aroma del pisto manchego que sale de las cocinas.

Moral de Calatrava

Si buscas un lugar donde el eco de tus pasos sea el único sonido que te acompañe, Moral de Calatrava es tu destino. Este pueblo está protegido por cerros y presume de una arquitectura popular manchega que es un festín para la vista, con sus casas de fachadas blancas y zócalos de color ocre.

Me encantó perderme por sus calles estrechas y empinadas, que desembocan en una Plaza de España donde la Iglesia de San Andrés domina la escena con una sobriedad que impone respeto. Es, sin duda, una de las paradas obligatorias buscando pueblos bonitos cerca de Almagro, especialmente si aprecias esos rincones donde las persianas de madera y las macetas de geranios en las ventanas no son para el turista, sino para la vida misma. Aquí el tiempo se detiene entre trago y trago de vino de la tierra y el crujir de las tortas de manteca.

Calzada de Calatrava

Calzada es tierra de cine y de leyenda, famosa por ser la cuna de Almodóvar, pero también por guardar la llave de uno de los lugares más épicos de España. A pocos kilómetros del casco urbano, en lo alto de un cerro, se alza el imponente Castillo de Calatrava la Nueva y su Sacro Convento, una mole de piedra que parece salida de un sueño medieval de dimensiones gigantescas.

Subir hasta allí arriba y atravesar su rosetón de piedra volcánica es una experiencia sensorial que te pone los pelos de punta; el viento silba entre las naves de la iglesia y la vista del Campo de Calatrava es sencillamente infinita. Es el corazón de los pueblos bonitos cerca de Almagro, un sitio que te obliga a guardar el móvil y simplemente respirar la historia que emana de cada sillar. Confieso que pasé más de una hora sentado en sus ruinas, imaginando la vida de los monjes guerreros bajo ese sol implacable.

Aldea del Rey

Aldea del Rey es el compañero inseparable de la fortaleza anterior, el pueblo que acoge a quienes bajan de la montaña con la mirada aún perdida en las almenas. Sus calles son llanas y honestas, con esa luz manchega que lo inunda todo y que hace que el blanco de las paredes resplandezca con una fuerza casi cegadora.

Pasear por aquí es descubrir la amabilidad de su gente, que siempre tiene una palabra amable si te ven con cara de despistado buscando la sombra de una bodega. Lo más auténtico es ver cómo el pueblo se articula alrededor de su plaza y sus ermitas, manteniendo ese ritmo pausado de la Castilla profunda que tanto cuesta encontrar hoy en día. Es un lugar que huele a mosto y a tierra húmeda tras la tormenta, el sitio perfecto para aterrizar después de la intensidad histórica del castillo vecino.

Ciudad Real

Terminamos la ruta en la capital, una ciudad que a menudo se subestima pero que guarda rincones de una elegancia inesperada. Lo que más me sorprendió fue encontrarme frente a la Puerta de Toledo, un arco mudéjar que sobrevive como el último gran testigo de las antiguas murallas y que te da la bienvenida con una geometría de ladrillo y piedra fascinante.

Caminar desde allí hacia la Plaza Mayor es ir descubriendo una ciudad vibrante, donde las tapas son generosas y el ambiente en las terrazas es puro disfrute local. Tienes que entrar en la Catedral de Nuestra Señora del Prado para admirar su retablo, una joya que brilla en la penumbra del templo. Es el cierre urbano ideal para este cuaderno de viaje, una ciudad que sabe a queso manchego y suena al bullicio de los mercados que llenan de vida el centro.