¿Merece la pena visitar Ciudad Real?

Si te imaginas un lugar donde el sol pega fuerte, pero los bares tienen toldos y cañas frías, donde los molinos vigilan desde los cerros y Don Quijote parece que podría cruzar la calle en cualquier momento… estás visualizando Ciudad Real.

En pleno corazón de Castilla-La Mancha, esta ciudad sin costa ni playas compensa con llanuras infinitas, cielos enormes y una vida local que no va de prisa pero sabe a lo que va. Ciudad Real no pretende ser otra cosa: es honesta, práctica, con plazas que se llenan cuando baja el sol y bares donde aún se lleva lo de ponerte tapa con la bebida.

Aquí no hay mar, pero sí parques amplios, museos inesperados y pueblos cercanos con nombres que suenan a novela. Y esa sensación de que el turismo aún no lo ha abrumado, que siempre es un alivio.

¿Merece la pena visitar Ciudad Real?

Sí. Merece la pena visitar Ciudad Real porque es de esos sitios que no están en la lista de moda, pero que te reciben como si fueras de la familia. No te espera una postal perfecta, sino una ciudad con ritmo tranquilo, sombra cuando toca y vino de la tierra a buen precio.

Confieso que no esperaba mucho… y salí con calor en la cara y en el estómago (en el buen sentido). Aquí todo es directo: el paisaje, la comida, la gente. Y eso tiene su encanto. La ciudad no grita, pero te susurra en cada esquina algo de historia, de Mancha, de lo que va la vida cuando no se complica.

Además, el tamaño ayuda. Puedes cruzarla sin perderte, tapear sin mapa, y aún así descubrir rincones que no aparecen en las guías. Y si vas con tiempo, los alrededores son un regalo para escaparse sin alejarte.

Merece la pena visitar Ciudad Real si buscas autenticidad, descanso sin postureo y una dosis de sol manchego para recargar.

Lugares bonitos en Ciudad Real

Cultura e historia (sí, hay más que molinos)

Empieza por la Plaza Mayor, el corazón de la ciudad, donde todo se cuece a fuego lento. Rodeada de soportales, terrazas y edificios con sabor antiguo, es el sitio ideal para empezar el paseo (y quizá no moverse demasiado).

A dos pasos está la Catedral de Santa María del Prado, sobria por fuera, sorprendente por dentro. De esas iglesias que no se anuncian, pero impresionan. Y si te va el rollo museístico, el Museo del Quijote es curioso, interactivo y apto para quienes no recuerdan ni el primer párrafo de la novela.

También puedes visitar el Museo López-Villaseñor, con arte, historia local y un patio donde apetece quedarse. Ciudad Real tiene más cultura de la que parece a primera vista.

Naturaleza y paseos (con horizonte largo)

El Parque de Gasset es el clásico para dar una vuelta, buscar sombra y ver la vida pasar. Árboles altos, fuentes y bancos ocupados por quien sabe estarse quieto.

Pero si quieres campo de verdad, apunta esto: Parque Nacional de las Tablas de Daimiel. A media hora en coche, es un humedal lleno de aves, juncos, pasarelas de madera y aire puro. Te cruzas con garzas, fotógrafos y alguna rana despistada.

También está el Volcán de Cerro Gordo, cerca de Granátula de Calatrava. Sí, has leído bien: volcán. Inactivo, claro, pero con ruta y mirador. Perfecto para recordar que La Mancha no es tan plana como creemos.

Excursiones sin pretensiones (pero con historia)

¿Molinos? Claro que sí. Consuegra y Campo de Criptana tienen los más fotogénicos. Subes, miras, y te entra una mezcla rara de respeto por Cervantes y ganas de abrir una novela.

Si prefieres castillos, el de Calatrava la Nueva impone desde la distancia. Piedra, historia, viento. De esos sitios donde las fotos salen épicas sin filtros.

Y si lo tuyo es comer bien con vistas a algo bonito, Almagro es visita obligada. Corral de Comedias, berenjenas en cada esquina y un casco antiguo que se deja querer.

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